Lleva a ebullición y remueve un par de veces hasta que el azúcar se disuelva por completo. Cuando rompa a hervir, baja el fuego y deja cocer a fuego lento durante 1 minuto. Apaga el fuego, retira y deja enfriar por completo.

Añade el agua a una cacerola mediana y llévala a ebullición. En cuanto hierva, saca los huevos del frigorífico. Con cuidado, introdúcelos uno a uno con una espumadera o cucharón. Cuando entre el primero, programa 7 minutos. Cuécelos 6–6,5 minutos para una yema muy líquida o 8–9 minutos si la prefieres tipo flan.

Cuando todos los huevos estén dentro, baja el fuego para mantener un hervor suave. Asegúrate de que el agua burbujee ligeramente sin agitar demasiado los huevos. Transcurridos 7 minutos, sácalos de inmediato y sumérgelos en agua helada durante 15 minutos.

Una vez fríos, golpea suavemente la cáscara por el extremo más ancho y pélala hacia la punta. Sumerge el huevo varias veces en el agua helada para facilitar el proceso. Tras pelar una franja vertical, el resto de la cáscara se desprenderá con facilidad.

Coloca los huevos en una bolsa de plástico y vierte la marinada dentro.

Extrae todo el aire y cierra la bolsa con una goma elástica justo por encima de los huevos, de modo que queden totalmente sumergidos.

Refrigera durante 8 horas o, mejor aún, toda la noche.

Saca los huevos de la marinada y córtalos a lo largo para servir.

Para un corte limpio, utiliza un hilo de cocina o sedal.